jueves, 3 de abril de 2014

Primera historia

Erase una vez, un país llamado Melocomí. Era un lugar muy bonito y natural. Mirases donde mirases, habían paisajes maravillosos. Un buen día como todos, el príncipe Roberto anunció que buscaba una princesa ideal con la que casarse ya que su madre le obligaba. Todas las princesas nobles se presentaron pero ninguna era la adecuada. Solo quedaban chicas del campo. Entre todas había una especial; era guapa, amable, graciosa, dulce, alegre… Se llamaba Alycia. Todas sus amigas le suplicaron que se presentase al joven príncipe. Al fin y al cabo las amigas de Alycia la convencieron.
 Ella pensaba que no tenía posibilidades, todas insistieron excepto una. Úrsula  Patosa. Era todo lo contrario de Alycia. La “Patosa” odiaba a Alycia y era la única con su enemiga que iría a presentarse al chico.  Al día siguiente, fueron las dos chicas en sus carrozas.
 Úrsula fue la primera en llegar pero como a todo el resto le dijo que no. Más tarde llegó Alycia. Estuvieron hablando toda la tarde y al final le dijo que… ¡Sí, ella era la chica ideal! ¡Lo había conseguido! Cuatro meses después de preparaciones de la boda, ¡llegó el momento!
 La fiesta se celebraba en el castillo. Había un montón de gente bailando y pasándoselo bien. El nuevo matrimonio llevaba cada uno un anillo con diamantes.  En los dos anillos ponía la fecha de la boda pero en el de Roberto ponía “Alycia” y en el de ella lo contrario. En realidad no todos estaban felices. Úrsula estaba rabiosísima y en estos cuatro meses de preparativos ella aprovechó para apuntarse a las clases de brujería express. Como no tenía suficiente con lo que sabía, siguió aprendiendo hasta que Alycia y Roberto tuvieron dos hijas. Se llamaban Silvia y Natacha; Natacha poseía una tez negra y su pelo era negro. Marrones, brillantes, grandes y redondos eran sus ojos. Su nariz era de tamaño normal. Presentaba una boca con labios gruesos y sus dientes eran muy blancos, hacían contraste con su piel. Era de estatura normal. Tenía poderes de fuego y mucho carácter. Le encantaba bailar. Silvia tenía una tez clarita y el pelo rubio. Verdes y pequeños eran sus ojos. Presentaba una nariz fina igual que su boca y ella misma era delgada. Poseía poderes de agua, hielo y viento y a contrario de su hermana era muy tranquila.
Después de que estas niñas creciesen, Úrsula hizo con sus poderes que sus padres no se quisiesen e incluso que se divorciasen. Cada uno con una princesa vivían separados por mucha distancia. Habitaban castillos blancos encima de icebergs al lado del bosque de los horrores. El cielo era naranja y azul por ahí.

Era un día soleado con nubes  de todos los colores y estrellas de chuche que caían a la pradera de los gatos. A Natacha le encantaban los gatos y siempre recordaba aquel día que fue a jugar a la pradera y encontró la gata más bonita de todos los tiempos; era de cuatro colores. Tenía unos ojitos amarillos miel y su pelo era marrón muy clarito, blanco en toda la tripa, negro dispersado y en la cabeza un color pelirrojo claro. A Natacha le encantó. Volviendo a la realidad. Desde que la familia no estaba junta, Natacha estaba más triste, más apagada, entonces decidió que quería ver a su hermana. Estuvo todo el día preparando sus trastos para el viaje: ropa, comida, una botella de leche para su gatita Alba… Puso todo en una bolsa y se acostó. Se levantó a las siete de la mañana, desayunó rápida y discretamente y dejó una nota que decía así:
“Querida Mami,
Tengo que irme a buscar a Silvia. No te lo he dicho porque sé que me lo habrías impedido. Estaré bien, no te preocupes. Te quiero muchísimo,
Natacha”.
Tirándole un beso a su madre, abrió la ventana de su habitación y se tiró. Con sus dotes coordinativos calló haciendo una voltereta y salió corriendo. Antes de eso, hizo una señal para su hermana. Puso las manos hacia arriba y salieron ondas de fuego que derritieron una nube de color. Cuando explotó la nube, se volaron las chispas hacia el castillo de Silvia. La princesa de hielo dormía con la ventana abierta, entonces llegarían las chispas de la nube transportadas por el viento al castillo de Silvia y se daría cuenta de que era obra de su hermana. Solo podría haberlo hecho Natacha  porque esas nubes solo se encontraban ahí. Después de hacerlo siguió su camino. Era la hora de adentrarse en las profundidades del bosque de los horrores. Suspiró, y entró. Cuando ya llevaba tiempo caminando, oía ruidos extraños porque los árboles cobraban vida pero con sus poderes se defendía y los quemaba.
Entretanto, en el castillo de Silvia, ya habían llegado las chispas de colores y estaba feliz porque sabía exactamente lo que querían decir. En seguida preparo sus cosas y creó un hielo en forma de corazón con la cara de su padre. Silenciosamente lo dejó en la habitación de su querido Papá. Cogió sus cosas y se dejó caer en un suave remolino que había creado. También se adentró en el bosque de los horrores y todo lo que le atacaba, lo congelaba. Anduvieron por su parte hasta que cada una llegó a una cueva. Había que nadar en un río pero como Silvia no quería, lo congeló y camino sobre el hielo. Natacha, por su parte, calentó el agua a la temperatura de su agrado y se tiró para nadar. Llevaban mucho tiempo avanzando y la cueva no tenía salida. El agua que Natacha había calentado estaba cada vez más fría y no había manera de recalentarla. Cuanto más continuaban más el agua verde estaba. A Silvia se le rompió el cristal y se quedó congelada en el agua sin poder moverse. Por su lado, Natacha se desmayó de un cambio tan grande de temperatura. Sus poderes se habían vuelto contra ellas.
 Se despertaron en un lugar desconocido y misterioso. Natacha abrió los ojos y lo primero que vio fue a su gatita Alba encerrada en una jaula. Su reacción fue levantarse e ir a quemar los barrotes del objeto pero lo único que consiguió fue hacer palomitas. Sí, palomitas que salían de la nada. Natacha se desesperó al ver tal cosa. No había forma de conseguir readquirir sus poderes. En la habitación de al lado estaba Silvia. Cuando se despertó, le llego un olor a palomita hasta el cerebro. Cuando Silvia presenciaba las palomitas, nada podía impedir que las comiese pero esta vez había un muro en medio. Si lo congelo y luego hago un tornado que destruya el muro pensó… Lo intentó y nada. Cero patatero. A ella no le salieron palomitas, sino: salsa de madera. Se quedó alucinada y a la vez preocupada. ¿Cómo se comería las palomitas sin poderes y con un muro delante? Empezó a echar y a echar y a echar salsa hasta que la pared desapareció. ¡Curioso y misterioso! Cuando las dos hermanas se vieron, lloraron de alegría. Se dijeron un montón de cosas, se contaron historias y sobre todo discutieron el plan que tenían en mente. Se pusieron de acuerdo para salir de ese dormitorio pero cuando miraron de reojo, vieron el horrible dragón verde. Pasado un poco de tiempo, se dieron cuenta de que el dragón tenía sus poderes. Podía escupir fuego más que nunca y también hielo, agua y viento. Debían permanecer en la pieza. Sabían lo que tenían que hacer. Si destrozaban el corazón de Úrsula que era su mascota, ella sería más débil y ellas recuperarían sus poderes. La derrotarían y se anularía el hechizo del odio de sus padres.

Durmieron toda la noche juntas en la habitación. A la mañana se despertaron pronto para organizarse frente a la lucha a la que iban que tener que enfrentarse. Agitaron una campanita para que la sirvienta viniese a servirles el desayuno. Cuando vino con la bandejita Natacha le hizo una zancadilla y se le derramó el café encima y Silvia le echo salsa asquerosa que tenía como poder en el cuello. Mientras que Silvia le ayudaba a limpiarse, reservadamente Natacha le quitaba a la mayordoma el collar con la llave del cuarto. Cuando ya la tenía salieron corriendo hacia la izquierda por un pasillo oscuro y estrecho pero la sirvienta les seguía corriendo así que la que tenía poderes de salsa tiro ese condimento singular sobre el suelo. La moza se resbaló y abandonó. Llegaron al cuchitril del dragón que estaba durmiendo. Ellas conocían mejor que nadie sus poderes. Habían pensado hacer una pasta marrón hecha de salsa y palomitas con barro que había en la cama del dragón. Hicieron un muro que se seco al instante. Despertaron al animal y una se colocó delante del muro, el dragón echo hielo y congeló el muro. Este se convirtió en un espejo y cuando escupió fuego para atacar… El cristal hizo un efecto de rebote pero sucedió que el hielo del espejo absorbió el fuego y devolvió una especie de magia negra que transformo el bicho en un kiwi. De repente sintieron un escalofrío y cuando usaron los poderes salieron los de verdad. Fueron a buscar a Úrsula pero antes cogieron el kiwi. Cuando llegaron al salón chillaron el nombre de la bruja y se giró. Se sorprendió al ver que habían conseguido salir de “sus aposentos” (era así como los llamaba) y que tenían un kiwi en la mano.
-Enhorabuena por haber llegado hasta aquí pero sin vuestros poderes y con un kiwi no llegaréis muy lejos. ¡Humos! – chilló la bruja esperando la llegada de su dragón- ¡Acaba con ellas!
-Aquí está tu Humos, dijo Natacha tirándole el kiwi.
Cuando supo eso se puso a llorar y fue como si salían rayos de su interior y cada segundo se debilitaba más. Rápido, Silvia creó un remolino con trozos de hielo. Se quedó congelada. Vieron sustancia X, la más poderosa de todas. Natacha quemó el hielo con Úrsula dentro y vertieron la sustancia X. Cuando se desintegró, quedo un frasquito con aire fucsia.  Abrieron el frasco y… Estaban en un castillo durmiendo cuando una dulce voz decía:
-¡Chicas, hora de desayunar! Vuestro padre a preparado un desayuno espectacular!
Cuando se despertaron se extrañaron y se pusieron súper felices y a saltar de alegría al oír la suave voz de su madre.
Al bajar al jardín, había una nueva estatua de oro que representaba a su gatita Alba comiendo un kiwi. Empezaron a reírse.
-¿De qué os reis?
-No no, de nada. Cosas nuestras.
Vivieron felices y comieron perdices. No, mejor kiwis.

                       ¡Fin!
Se ruega de no usar historias sin nombrar al autor. (Aline Jamart)
Dedicado a dos de mis mejores amigas: Silvia Lopez y Natacha Cela <3

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